Nueve principios para la resolución de conflictos
El objetivo de manejar un conflicto es llegar a una resolución. A continuación, les damos nueve principios para manejar el conflicto y avanzar hacia la resolución.
Comience con la perspectiva correcta sobre el conflicto.
El conflicto es inevitable, incluso entre cristianos maduros. Este es el resultado natural de ser un pueblo aún no glorificado que vive en un mundo caído. Recuerde, el conflicto se puede usar de forma constructiva y cierto nivel de conflicto es saludable.
El elemento más crítico a la hora de sacar paz del conflicto es la actitud personal. Mi actitud hacia la otra persona debe ser una actitud de amor. Para que mi actitud sea de amor, debo tener paz conmigo mismo y ser consciente de mi propia inclinación pecaminosa. Los problemas personales con los que no he lidiado aún suelen salir a la superficie en situaciones de conflicto.
Cuando usted siente que un hermano en Cristo le ha hecho daño, use siempre el proceso bíblico para buscar una solución (Mateo 18:15-17).
Una perspectiva cristiana debe ser lo que controle nuestro acercamiento al conflicto. Dios sigue siendo soberano y el Espíritu Santo puede darnos discernimiento, sabiduría y fuerzas. Cristo nos ha liberado del dominio de la carne. Seguimos formando parte de un cuerpo que Dios desea que tenga unidad y paz (Colosenses 3:15). Nuestro objetivo final debe seguir siendo que Dios sea glorificado a través de nuestras acciones y animar a los que están a nuestro alrededor.
Tenga en cuenta que algunos conflictos son de naturaleza espiritual. No somos ignorantes de las maquinaciones de Satanás (2 Corintios 2:11)
Que la oración sea una parte integral del proceso.
Establezca una fecha para juntar a ambas partes para resolver el conflicto. Pídales que sean diligentes en la oración antes de esta fecha. Anímelos a pedir a Dios que obre en sus vidas y les muestre su responsabilidad como parte del conflicto y que dé entendimiento al que se encuentra en el otro lado del conflicto.
Cuando se reúnan ambas partes, dediquen un tiempo a la oración juntos antes de hablar del tema. Según sea apropiado, pare de forma periódica en el proceso para orar sobre temas específicos con los que se está lidiando en el momento.
Trate este conflicto con la menor intensidad posible.
En cuanto se reconozca que hay tensión, intenten resolver los problemas. Cuanto antes se haga, mejor. Cuanto más tiempo permita que pase el ciclo del conflicto, más difícil será llegar a un acuerdo. Cuanto más tiempo pase más injusticias habrá y por lo tanto, más conflicto que resolver.
Reúna información válida y útil sobre los problemas de este conflicto.
Haga preguntas a las partes involucradas en el conflicto. Investigue las alegaciones por completo (Proverbios 18:17). Hay dos versiones que tener en cuenta en cada problema. Intente llegar a una definición común del problema. El conflicto no se podrá resolver hasta que se logre esto.
Intente que todos se centren en el tema del conflicto.
Cuando todos se reúnan, asegúrese de centrarse en el problema en sí. Lleguen a un acuerdo de cuáles serán las normas. Cuatro normas que pueden serle de ayuda:
Se puede estar en desacuerdo.
Cada uno puede exponer su posición de forma clara y sin interrupción.
Evitar el daño innecesario. No permitir ataques personales.
Mantener una conversación civil aun cuando haya emociones fuertes. Ayudar a los participantes a aprender formas correctas de expresar emociones fuertes.
Sugerir soluciones al conflicto.
Cuanto más se profundiza en un conflicto, menos opciones se ven para salir del mismo. El conflicto suele crecer rápido, sobre todo en el área emocional. No solo se involucra nuestro ego, sino que también puede que nuestra sensación de supervivencia se vea en riesgo. Cuanto más intensa sea la respuesta emocional, más nos centraremos en que tenemos que ganar. Si no tenemos cuidado, nuestro enfoque puede bloquearse y podemos pensar que ganar o «tener la razón» es la única opción viable. Por lo tanto, el líder debe ofrecer opciones para ayudar a las partes a encontrar un camino a la resolución.
Admitir los errores.
Cuando se haya equivocado, admítalo y pida perdón. Intentar ocultar un error creará un problema mayor y destruirá la confianza del otro en usted. Aunque sea difícil admitir cuando hemos pecado o cuando hemos fallado, admitir nuestro error hará que se nos respete más que intentar preservar nuestra invulnerabilidad.
Use el liderazgo con cuidado.
La mayor influencia que tiene viene del nivel de confianza que los demás han puesto en usted. Intente mantener esa confianza, no actúe de forma egoísta o precipitada.
No use su autoridad como líder para forzar a otros a ceder en su posición. Es mejor acordar que no se va a llegar a un acuerdo que forzar un acuerdo que requiere que la otra persona ponga en riesgo sus creencias. Puede que gane un punto, pero perderá el respeto de la persona a la que ha coaccionado y, probablemente también perderá su cooperación en el futuro.
Proteja sus emociones y tenga cuidado con lo que dice durante el desacuerdo. Haga lo que haga, no empeore el problema.
Tenga en cuenta que no todos los conflictos van a poder resolverse, al menos de forma inmediata.
A veces la gente se ha metido tanto en el conflicto que no quiere dejarlo o resolverlo. Algunas personas lo usan para seguir enfadados para no tener que enfrentarse a sus propios problemas personales. Otros usan el rencor hacia los demás para justificar sus propios fracasos. Haga lo que pueda para mantener una relación por si la otra persona cambia de parecer y quiere reconciliar y resolver el conflicto, así no habrá una carga extra que tener en cuenta.
Pablo y Bernabé se separaron sin resolver las diferencias que tenían. Aunque las Escrituras no nos dan los detalles, la disputa se resolvió más adelante. En ocasiones nos lleva un tiempo poder abrirnos y permitir que el Espíritu Santo haga su obra en nosotros.
About the Contributors
Andrew B. Seidel
Dr. Andrew B. Seidel served as executive director of the Hendricks Center at Dallas Seminary for fifteen years, which provides leadership training and development for seminary students as well as ministry and business leaders. A graduate of West Point and a colonel in the U.S. Army, Dr. Seidel was senior pastor at Grace Bible Church in College Station, Texas, for fourteen years. He left the pastorate to provide leadership training for pastors on the mission field in Eastern Europe and the former Soviet Union. Today he continues to work in Russia, Eastern Europe, and Central Asia with Entrust (formerly BEE International). The author of Charting a Bold Course; Training Leaders for 21st Century Ministry, Dr. Seidel and his wife Gail Norris Seidel have been married for more than fifty years and have two married children and six grandchildren.